Saturday, June 1, 2013

Capitulo Quinto: El Soponcio



Capítulo quinto
El soponcio

Varias lunas han pasado sin novedad, así como pasan lentamente los días para un niño antes de cada fin de semana. Beebusch ha florecido como rosa en primavera y en poco tiempo termina su primer año escolar llena de méritos y sin un solo llamado de atención. Espera impaciente el último día para comprar su tan merecido premio en la tienda donde ella misma fabrica los muñecos de peluche que se convierten en sus más fieles compañeros. Tiene ya cuatro dientes definitivos y cuatro chiquitines recién nacidos. Las piernas llenas de morados y piquetes de mosquitos, el pelo largo a la altura de la cintura. Su voz celestial ha aprendido a cantar mil canciones y su espíritu de mujer ha crecido sano, fuerte y generoso.

Su hermano duende por el contrario crece a la velocidad de sus pilatunas. Colecciona heridas y chichones, y hasta volvió a quemarse la mano por andar tocando cosas calientes cuando no debía. Corre mirando para atrás, tiene pelo de grueso como de fique y un don especial para hacer que las haditas se derritan por él. Aprendió el valor de la paciencia y ya no le ruega a Beebusch por favores ni juguetes, sino espera calmo a que ella se vaya al colegio para posesionarse tranquilo de lo que quiere. Sale de su cama a hurtadillas para tomarse el sorbo de leche de soya y las boronas que su hermana ha dejado del desayuno y procede a llenar sus bolsillos de muñecas y varitas mágicas que se convertirán en rehenes y espadas bajo su dominio. Para cuando su hermana regrese, todo estará en su lugar como si nadie lo hubiera tocado.

Mama B parece tener un poco abandonada su mina. Sigue corriendo de un lado al otro, trasnochando mucho y dedicándose a sus pequeños con gran esmero. Sus esfuerzos por sacar adelante su joyería han sido aplacados por las mil y una necesidades de los joyeros artesanos que no la dejan ni dormir tranquila rogándole por más y más diseños. Ha derramado incluso lágrimas de frustración que se parecen mucho a las lágrimas común y corriente; quizás un poco más rabiosas y menos sentimentales.

Pero un domingo al comienzo de esta primavera, Mama B no se pudo levantar. Paso la hora del desayuno, del almuerzo, de la comida y nunca se despertó. Papa parecía actuar con naturalidad, pero a Beebusch le parecía todo muy extraño. Los platos se acumulaban en el fregadero, los niños comían y hacían lo que querían sin la más mínima interferencia. Pero después de mucha preguntas Papa finalmente les conto que Mama B había sufrido un soponcio y debía dormir hasta que se recuperara.
Al parecer se levantó a media noche a consolar al hermano duende y de pronto se empezó a sentir muy mal y PURRUNDUN! Le dio el soponcio. Cayó al piso en brazos de Papa y se desmayó como hacen las princesas. Papa le oprimió su corazón para que no parara, tal como aprendió en la cordillera ayudando a duendes mal heridos, y la llevo montada en Lechuza al hospital. Beebush y su hermano duende se perdieron la oportunidad de ver a la lechuza con sus ojos rojos intermitentes y su ruido de sirena llevarse a mama bajo la lluvia. Pero eso pasa cuando se hace mucho relajo de día. Quedan tan cansados las haditas y duendes que no los despiertan nada ni nadie durante la noche.

Tras ese soponcio aprendieron lo que era tener un corazón. Como late en dentro pecho y como se puede dañar si no se cuida comiendo bien y viviendo tranquilos. Aprendieron que en el corazón vive el amor y por eso a Mama B no es que se le olviden los nombres de sus hijos cuando les dice todo el día: “mi corazón”. Es que cada vez que quiere hablarles o decirles algo, el amor le atropella las palabras y se sale antes que el nombre.
La vida desde entonces parecía distinta. Mama visitaba muchos búhos hechiceros para que le diagnosticaran la causa del soponcio y sufría de pensar que su corazón se hubiera roto de tristeza por el abuelo Cheche y de cansancio por vivir con tanto afán. Con Mama B enferma no había forma de sobrevivir en el bosque. Solo la familia grande que vive toda en la cordillera podría ayudarnos si a ella le pasara algo y tal vez volver a la cordillera era la respuesta.

Pero no. Los búhos finalmente dijeron que ella iba a estar bien pero que su cuerpo flaco necesitaba un mejor trato. Y la vida en la casa de pino cambio desde entonces. Mama B no volvió jamás donde los joyeros artesanos. Contrario a lo que pensaba la pequeña Beebusch, el no volver a allá hacia feliz a su madre. La dejaba con el corazón tranquilo y podía dormir bien por las noches. Por primera vez la pequeña hada abeja estaba entendiendo que hay formas de hacer bien las cosas, de hacer mal las cosas y de hacer bien las  cosas complicadas, por difíciles que parezcan. Como el “cambis-cambeo” que practicaba con su hermano duende; en lugar de raparle los juguetes que él tomaba sin permiso y empezar una pelea, Beebusch se tomaba un tiempo de más para llamar su atención sobre otra cosa mientras ella lo cambiaba por el juguete que tanto quería recuperar.

Era muy fácil hacer feliz a su hermano duende. Pero también era fácil y casi placentero mortificarlo y hacerlo llorar. En cada día de sus vidas había por lo menos un “agarrón”. Por todo y nada en especial. Una necesidad de marcar territorio, comparar el cariño de los padres, la fuerza adquirida, las nuevas palabras y su efecto sobre los otros. Como si el espíritu necesitara dejar salir las malas energías y el cansancio acumulado con aquellos que nos aman y que siempre nos perdonan. Como si el mundo no fuera lo suficientemente enorme para todos, existia era odiosa necesidad de fastidiar a los otros.

Ya muy pronto llegaria el verano con sus dias primorosos, con chorros de agua para refrescarnos las alitas, con amigos que van y vienen de visita a nuestra casa y con un paseo maravilloso en aguila calva hacia la cordillera donde esta el resto de la familia.

Sunday, November 11, 2012

Capitulo IV: Promesa rota


Capítulo cuarto de la versión en "Añol
Promesa rota

Beebusch tenía grandes expectativas sobre el proyecto secreto de su madre. Imaginaba como sería cumplir más de cuarenta lunas y ser una madre capaz de hacer tan felices a sus hijos.

En la escuela de magia tuvo que dar muchas explicaciones, como siempre. No sólo porque la descripción emocionada de su aventura de madrugada parecía mentira sino porque su vida de viajes, nado con delfines, caza de serpientes, pesca y peligros era ajena a la gente del bosque. Muchas veces Beebusch había pedido a su madre que le dibujara escenas de sus treinta y cuatro viajes en vuelo de águila calva para que sus amigos le creyeran. No es fácil crecer con el corazón en dos hemisferios distintos. Ir y venir cada dos estaciones a la cordillera a coleccionar suficiente amor de una familia gigante para dure todo un año calendario. Aprender a decir adiós cada vez sin derramar una lágrima. Cambiar de idioma en un abrir y cerrar de ojos, respirar otro aire, vivir con nostalgia permanente.

La pequeña hada abeja confiaba en la palabra de su madre esperando pacientemente poder saber al final del día lo que escondían las otras dos puertas de cristal en la mina. Su madre lucía radiante ese día con un vestido verde de hojas de hojas de bambú y flores de lavanda. Su pequeña trenza mágica ya no estaba pero su pelo suficientemente largo, le colgaba ahora de medio lado en una trenza gorda que ya casi la acariciaba el corazón. Hacía rato no se le veía tan contenta. Había recibido muchos regalos de su clan de hadas abejas en la celebración del medio día y estaba feliz contándole a todo el bosque sobre sus piezas mágicas de joyería. Le había dicho con desafío a su esposo duende que para el final del día estaba segura de oficializar sus primeros diez encargos.

Beebush imaginó por un momento que la vida iba a ser totalmente distinta con la mina propia de Mamá B. Que ella estaría siempre en casa para ellos sin tener que salir corriendo a trabajar con los joyeros artesanos en el valle y sufrir por la escasez de oro o platino. Creyó que iba a ser una hadita de esas que tienen a mamá siempre en casa para recogerlas a diario en la escuela de magia y evitar pasar tres tardes de la semana en la Torre de Crema esperando a que mamá saliera del trabajo. La Torre era un sitio muy exclusivo donde además iba su hermano duende a aprender “Glish” pero estrecho –conceptualmente hablando- para la ávida imaginación y la sed de aprender de una pequeña hada abeja bilingüe.

Mamá B estaba lista para subir al palomar tomada de la mano de sus dos hijos a recoger la correspondencia de cada día. Los mensajes en el bosque llegan a casa gracias a palomas mensajeras que transportan los columnogramas en tubillos de cobre amarrados a sus patas. El palomar cubre la parte más alta de la casa de pino como un casco protector y tiene un para rayos en forma de caballo en la punta. Está hecho de madera en forma cónica lleno de balcones y estancias donde las palomas viven o pasan la noche. Generalmente hay una familia muy grande viviendo allí siempre, como las familias en la cordillera, mientras una docena de palomas van de paso diariamente llevando y trayendo mensajes.

Papá duende usualmente está a cargo de recoger los mensajes al final de cada día pero hoy Mamá B no podía esperar el recibir en un columnograma su primer encargo de joyería. Subieron todos juntos, dieron de beber a las palomas y recogieron los tubillos. Pero a medida que desenrollaban los mensajes Mamá B no sólo perdía paulatinamente el color de sus cachetes sino que también se desdibujaba su sonrisa.

Tratando forzosamente de esconder su decepción invitó a los niños a bajar a la casa a comer otra tajada de ponqué de cumple lunas mientras bajaba rauda y veloz como una gacela a su mina. Beebusch trató de seguirla confidente de tener los credenciales suficientes para poder ver hoy a través de las otras dos puertas de cristal pero su madre la detuvo con firmeza.

-     “Mi pequeña”, dijo Mamá B. Voy a tener que romper mi promesa y tu corazón porque estoy en serios problemas. Por favor espera aquí en la cocina y ayuda a cuidar a tu hermano duende.

La hadita creyó que el alzar su ceja izquierda y exhibir su mini aguijón en señal de protesta le iba a dar algún resultado, pero la ceja aún mas levantada de su madre y ese aguijón incandescente le indicaron que era mejor obedecer inmediatamente. El aguijón de Mamá B no se cargaba de veneno luminoso casi nunca y la situación por ello debía ser entonces realmente escabrosa. Nunca se le había visto atacar a nadie pero se tornaba de un color rojo intenso como el de sus mejillas cuando estaba realmente molesta y todas las palabras que salieran de su boca en esos momentos serían letalmente dolorosas.

Papa llego prontamente, beso a sus hijos como de costumbre pero tan pronto le contaron que los columnogramas de hoy habían llegado todos en papel de corteza negro, bajo corriendo a la mina. Mamá B estaba en silencio acariciando a Pepper Rose con los ojos inundados de lágrimas, tratando obstinadamente de no dejarlas caer por orgullo. Todo parecía estar en orden pero sin encargos nada podía funcionar. Esos pequeños tubillos debían haber llegado con un rollo de pergamino escrito a mano con el nombre y amuleto de un nuevo cliente protegiendo de uno a cinco granos de oro puro como forma de pago. Pero todo indicaba que las palomas habían sido interferidas por cuervos de orfebres de larga trayectoria que no iban a permitir que un hada abeja, mujer y menos forastera tratara de quitarles su trabajo. En menos de veinticuatro horas de haber inaugurado su nueva mina, era necesario reinventarse un sistema de pedido y distribución distinto bajo el radar de esos joyeros que sólo buscan lucro con su trabajo y no la propagación de la magia de los amuletos.

Y así sería. Una vez superado el cansancio de la desilusión no había más remedio que seguir adelante mientras un nuevo sol saliera cada día. Mamá B cerró con llave las puertas del HACER y DAR y se sentó con su esposo duende en la cámara del CREAR a tomar un té de agua hirviente con anís de esos que de vez en cuando le ayudan a superar sus tristezas.  Ese lugar contenía la historia de la familia en dibujos pegados a las paredes transformados en joya. Cada pieza hecha en la mina tenía una razón de ser ligada al corazón de Mamá B y su nuestra vida. Esta noche no había nada que inventar ni dibujar; era necesario para y pensar qué nuevo camino seguir, pero la quietud para ella era un concepto casi inexistente. Así es que se puso a organizar sus varitas de cera de colores, las tizas, las acuarelas. Sus tintas caligráficas, las reglas y borradores. Los papeles gruesos y transparentes, los rollos y libretas.

Su pequeña Beebusch se iba a desmayar de emoción al conocer ese lugar y en compensación por la promesa rota de hoy la iba a dejar pintar allí toda una tarde del fin de semana, sin que su hermano duende se parqueara al lado a llenarle de babas los dibujos. Al terminar de organizar se sentó frente a un papel en blanco con un carboncillo tajado en espera de que un mensaje del más allá le diera una buena idea, pero no.

Subió a dar de comer y acostar a sus niños, mediando la típica pelea del final día por quién sube primero la escalera y le pidió perdón a su pequeña por haberle faltado a su palabra con un beso triple de buenas noches. Beebush ya había entendido la dimensión del problema y sólo pidió a cambio que la última tajada de ponqué de cumple lunas fuera exclusivamente de ella al desayuno. Mamá B estaba dispuesta a conceder tan simple petición pero como siempre debía perseverar en el uso de las buenas maneras y le dijo:

-     Beebush, no se te está olvidando algo? La palabra mágica más importante de todas?

La pequeña hada abeja que sabía perfectamente la respuesta, la miro con cara de sabelotodo y dijo: Por favor Mamá primorosa? Y con ese dulce tono de un “por favor” de boca de su hija a Mamá B se le ocurrió una idea genial para sacar adelante a su mina.

Thursday, October 18, 2012

Chapter III Glish version: Feline Guardian


Chapter Three “Glish” version
Feline Guardian
 
The Little fairy bee can’t sleep. A new special day is just about to start and the night sounds are different. She is about to suffer a dangerous curiosity attack.

It is dawning on the day her mother completes her forty three full moons and Beebusch needs to know all about it right now; especially who or what is making that weird sound on her pine house roots for the last three nights. She is afraid it could be the “Hairy Moths”. They had been talking about them with her best friend Lilydee.  They come in the middle of the night to take misbehaved fairies wrapping them in her black dusty hairy wings. At least that’s what they heard from teenager fairies at the magic school, those who use raspberry powder in her cheeks to look even prettier.

She knows she must go back to bed but her tongue can’t simply stop pushing her loose front tooth. Sleep is not coming back any time soon. Momma B is having a party with her bee clan at noon and she is thinking there might be a caramel cake in the oven and fried milk ice cream in the making. She decides to get up and go exploring.  

Her house looks quite different with the full moon’s light. Its shiny rays play with the shadows like if it was a new sun in a dark night. She could even write without using candles. For a moment she images how her forest would be if life was lived at night and she gets hypnotized watching the owl turning around his head through an open window.

Her family is sound sleep but she decides to be courageous and go give her curiosity a chance. While going down the stairs she enjoys the familiar wood cracking noises underneath her bare food. Behind the kitchen ovens where Momma B prepares their daily meals is the mine’s iron door. Beebusch promised never go down there by herself but this was a high risk family security operation.

The mine is a dangerous place and to go down there everyone must wear an acorn helmet. Big animal footsteps can make the mine walls shake and protection is required. Although every helmet is way too big for her tiny fairy head she picks her father’s one and following previous training hides thoroughly her antennas and what’s left of her braids after half a night sleep. Long straight stairs lead to the mine’s entrance. The thick left side metal railing is like a slide used for Momma B to take heavy things down to the mine or pulled them up back home with little effort. Tonight it is the playground Beebusch always wanted it to be to take her down the mine like a shooting star collecting a brand new bruise in her leg and two scratches.

The mine’s wood door is thick and heavy and has the most wonderful carvings. Animals, fairies and happy goblins arranged in rows frame the handle. The silver key is still there and turns around like a knife on butter. But the door is way too heavy and must be pushed with her relaxed sting and surrounded areas; that special part of her body that Momma B can stand naked without pinching in a flash. After two attempts with no results and a bit of cursing learned from her father, she decides to give her new magic a try. Closing her eyes and holding her breath while pushing says: “More power will come to a willing heart that to a stubborn mind” and the door suddenly opens.

Her huge black eyes look astonished. She couldn’t believe magic actually works when needed but the beauty of this new space was something else. It was a white space, as fair as her goblin bother’s belly, with a tall conic ceiling framing the light of the full moon a star. That star where her Grandfather Cheche lives, since she last saw him last summer.  On the marble floor there is the family seal, like the one she always wears in her necklace and at the front three carved crystals doors with gold handles. Suddenly, she gets scared with her own reflection. Instead of a well groomed fairy bee she looks more like a spider mushroom. Since she was very little she’s always have this baby hair framing her face, refusing to stay still even with the sugar water prepared by Momma B for stubborn hair. Well, that “out of place” fairy hair inside and “way too big” acorn helmet with hydrangea pajamas bottoms sure reflects on a polished surface a hallucinating image.

Beebusch looks through the first door and her heart starts to beat a little bit faster. She feels a warm breath close to her ears and the blood raising fast to her cheeks. Her spider mushroom shadow has turned now into a whiskered monster. She feels like screaming and crying but just before that the assuring voice of her mother says:

-“Peppper Rose Stop, let her go!”

Confused in between her tears and hidden inside her mother’s arms the little fairy doesn’t know what to think or what to do. It is hard to see through her many tears while she struggles to understand what happened. Doesn’t know quite well the size of the trouble she is in. Slowly but surely she focus on her mother’s face and sweet voice saying:

-     Beebusch, this is Pepper Rose. The feline guardian of the mine. What you have dreamed of for so long. Our own cat like the guardians in the Suesca Castle back in the mountain range.

Her sadness turned into a smile with the magical speed a child can only have to forger sorrows and she felt like the happiest fairy in the forest.

The Mine’s Minister grants a Feline Guardian when the magic of a jeweler has become too powerful. To protect their home and family, and most of all to guaranteed that the fine amulets a jeweler makes get to the proper fairies or goblins. Momma B hard work was paid off. It was all part of her secret project; all task had to be completed before her forty three full moons.

Since it was getting late on an early morning, it was time for Beebusch to say good night to Pepper Rose and return to bed. Momma B took her daughters hand to tell her briefly about her secret project. Standing on top of the family seal that recreates their wings shape and striped fairy legs, one can see the three magical doors placed at the same distance; each of them with a short sign on top and a very simple word.
The first one says CREATE, the second one MAKE and the third one GIVE. For two of them to be open the feline guardian has to seat on top of the family seal pushing with her front legs the rubies placed as antennas. Soon after that the gold handle of the door with shine by itself allowing the visitor to turn the lock’s key and get in.

Mother and daughter enter the GIVE chamber and the little fairy bee cannot understand the reason why herself appears all around in posters and papers, boxes and ribbons, cards and stamps. Light blue boxes of many sizes are stacked in a production line. Red ribbons or various types, satin bags, handmade cortex papers with Beebusch’s picture wearing her favorite outfit, diffused wings, braids, magnet boots and medallion. All the white walls filled with tiny crystal drawers.

Momma B gets down to her daugther’s eye level and with tears in her eyes says:

-     “This is because of you and for you my little fairy bee. What I am and what I do so our life with a sting could become a bit easier. From now on we are going to share our magic with the world.”

Feeling herself like the most famous fairy of a full moon night, she finally goes back to bed. Speculating about what to tell her friends first and wondering if her gobbling bother will finally feel jealous about her.

Momma B promises to show her by the end of the day what’s behind the other two doors…

Tuesday, October 2, 2012

Capitulo III: El Guardían Felino


 
Capitulo Tercero de la versión en "Añol"
El Guardián Felino
La pequeña hada abeja no puede dormir. Un día especial se avecina y los sonidos de la noche son hoy distintos. Está a punto de experimentar un peligroso ataque de curiosidad.

Es la madrugada en la que su madre completa cuarenta y tres lunas y quiere saberlo todo ya. Especialmente quién o qué produce ese ruido extraño en la raíz de su casa de pino desde hace tres noches. Teme que sean las polillas peludas de las que le habló su amiga Lilydee en la escuela de magia. Aquellas que vienen en la noche a llevarse a las hadas desobedientes entre sus alas negras empolvadas y peludas. Lo oyeron de hadas adolescentes en la escuela de magia de esas usan puré de moras en los cachetes para verse más bonitas.

Sabe que debe volver a dormir pronto pero su lengua no puede parar de mecer el diente que tiene suelto. El sueño se ha ido del todo. Mamá B tiene una fiesta con su clan de amigas al medio día y piensa que quizás esté preparando ponqué de caramelo y helado de dulce de leche. Decide levantarse e ir a investigar…

Ve la casa muy distinta en la noche iluminada con tan sólo la luz de la luna llena. Es tan brillante que juega con las sombras de las cosas como un sol de noche oscura. Podría escribir sin velas si quisiera. Por un momento se imagina cómo sería la vida si se viviera de noche y se engloba mirando al búho girando la cabeza a través de la ventana.

Su familia está profundamente dormida pero ella decide llenarse de valentía e ir a saciar su curiosidad. Mientras baja la casa cruje como siempre bajo sus pies de hada descalzos. Tras los hornos donde diariamente se cocina está la puerta de hierro que conduce a la mina de Mamá B. Ese lugar secreto donde ella pasa gran parte de sus noches. Beebusch prometió no bajar nunca sola al subsuelo pero esta ocasión parecía un asunto de seguridad familiar.

Para bajar es necesario usar un casco de bellota para protegerse porque las pisadas de animales grandes pueden derruirlo todo en cualquier momento. Aunque todos los cascos son demasiado grandes ella toma el Papá y siguiendo previas instrucciones cubre bien sus antenas y esconde las trenzas. Unas escaleras largas y derechas conducen a la entrada de la mina. La barandilla ancha de metal al lado izquierdo la usa Mamá B para deslizar las cosas pesadas que lleva al trabajo o arrastrarlas hacia arriba cuando termina. Esta noche convertida en tobogán para que Beebusch aterrizara como estrella fugaz en la entrada de la mina con un morado nuevo en la pierna y dos rasguños.

La entrada de la mina tiene una puerta pesada de madera con grabados de hadas, animales y duendes. La llave de plata está puesta y gira como con mantequilla, pero la puerta es tan pesada que debe empujarse con el aguijón en reposo y sus partes circundantes; esa parte el cuerpo que Mamá B no puede ver al aire sin verificar la contextura. Tras dos intentos fallidos y el uso de una maldición aprendida en secreto de su padre, el hadita decide aplicar un poco de magia aprendida en la escuela. Cierra sus ojos, aguanta la respiración y diciendo las palabras: “puede más la fuerza del corazón que la fuerza de la razón” empuja con fuerza y la puerta se abre.

Sus ojos negros inmensos observan atónitos alrededor. Primero porque no puede creer que la magia funcione con sólo quererlo; sino porque no puede creer que exista un lugar tan distinto. Un espacio blanco como la barriga de su hermano duende con un techo altísimo desde donde se ve perfectamente la luna y la estrella donde vive el Abuelo Cheche. En el piso el sello familiar como el que ella misma lleva en su medallón y en frente tres puertas de cristal tallado con cerraduras de oro. Al mirar de reojo el piso se paraliza del susto con su propia imagen. En lugar de hada abeja parece más un champiñón arácnido. Desde pequeña ha tenido pelo de hada bebé en el marco de su cara que no ha querido crecer ni se dejar pegar con agua de azúcar cuando la peina su mamá. Ese despeluque entre un casco de bellota demasiado grande y pijama de pétalos de hortensia revela en el piso de mármol una imagen espeluznante. Nada por qué preocuparse.

Pero al acercarse a mirar tras la primera puerta su corazón empieza a palpitar un poco más rápido. Siente un viento caliente intermitente cerca a su oído y la sangre subiéndole rápidamente hacia la cabeza. Su sombra de champiñón se ha tornado en algo monstruoso y bigotudo. Siente ganas de llorar y gritar pero justo antes oye la voz firme de su mamá decir:

-“Pepper Rose” Basta, déjala ya!

Confundida por el llanto y en brazos de su madre no sabe qué decir ni qué pensar. No puede ni ver por el volumen de llanto que sale de sus ojos mientras trata de entender lo que pasa. No sabe de qué tamaño es el problema en que anda metida. Poco a poco logra enfocar el rostro de Mamá B y empieza a escuchar sus dulces palabras.

-     Beebush, esta es Pepper Rose, la guardián felina de la mina. Lo que tú siempre habías querido. Un gato como los guardianes del Castillo de Suesca en la cordillera.

El llanto se tornó en sonrisa con la rapidez mágica con que los niños logran olvidar los problemas y Beebush se sintió el hada abeja más feliz del mundo.

El Ministerio de minas otorga la concesión de un Guardián de Mina felino cuando la magia de un hada joyera se vuelve demasiado poderosa. Protege la casa, la familia y garantiza que los amuletos que lleguen a manos de las hadas o duendes indicados. Mamá B tuvo que trabajar mucho para lograrlo. Todo era parte de su proyecto secreto en que trabajaba por las noches y que debía completar antes de cumplir sus cuarenta y tres lunas llenas.

Puesto que era la hora de volver a la cama y las caricias a Pepper Rose ya eran demasiadas, Mamá B tomó la mano de su hada abeja para contarle brevemente su secreto. Paradas sobre el sello familiar que recrea la forma de sus alitas y sus piernas de hada abeja a rayas se ven equidistantes las tres puertas mágicas. Cada una con un letrero de oro sobre el umbral con una breve palabra.
La primera puerta dice CREAR, la segunda HACER y la tercera DAR. Para abrir dos de ellas es necesario que el Guardián Felino se siente sobre el sello central de la familia con  sus patas delanteras oprimiendo los rubís de las antenas. Gracia a ello y una vez la cerradura de oro de la puerta respectiva se ilumina, se puede girar la llave y entrar.

Madre e hija entran a la cámara del DAR y la pequeña hada abeja no puede entender porque su ser aparece pintado en todas partes. Cajas azul pastel de todos los tamaños están organizadas a lo largo de una mesa de producción. Cintas rojas de varios anchos, bolsas de seda, papelillos de corteza de árbol de mil tamaños con Beebush en su mejor atuendo, sus alitas, sus trenzas, las botas de imán y el medallón. Las paredes llenas de pequeños cajones de cristal.

Mamá B se agacha frente a ella y con lágrimas en los ojos le dice:

-     “Esto es por ti y para ti, mi pequeña hada abeja. Lo que soy y lo que hago para que nuestra vida de hadas con aguijón sea más fácil. Vamos a compartir a partir de hoy nuestra magia con todo el mundo!”
 

Sintiéndose como el hada más famosa de la noche la pequeña vuelve a cama. Pensando en a quién contar primero su aventura de madrugada, sufre de pensar que hermano duende le tenga celos por ello. Mamá B promete mostrarle al final del día lo que hay detrás de las otras puertas.

Sunday, September 16, 2012

Capitulo II: Una tarde cualquiera


Capitulo segundo de la versión en "Añol"
Una tarde cualquiera...
El otoño está tocando la puerta y los conos de pino nos están pegando en la cabeza. Aunque aún hace calor y no necesitamos medias hay tantas hojas secas en el piso que ni mi hermano duende ni yo podemos montar en bicicleta.
Es mi parte favorita de todos los días especialmente en la primavera. Llegar de la escuela de magia y jugar frente a nuestra casa de madera mientras Mamá B se sienta en la colina a contemplar el paisaje y a cuidarnos. Sé que a veces ella quisiera llegar y bajar a trabajar a la mina, pero sé también que somos más valiosos que las joyas que ella hace y le cuesta mucho dejarnos solos. Incluso prestarnos por un rato. Hasta dejarnos solos con Papá.

Nuestras bicicletas de cedro ya no andan entre las agujas de pino del camino. Mi hermano duende aprendió a pedalear hace poco y ahora hasta me persigue. Nunca creí que fuera a llegar ese día. Ahora las pistas de carreras que hace mamá con polvillos minerales el piso, voy a tener que compartirlas. Mi hermano duende es chiquito y tan parecido a Papá que a la gente le da risa. No entiendo bien por qué los hombres duendes son tan distintos a nosotras las hadas mujeres.  Mamá B dice que hace mucho, mucho tiempo desde que las hadas dejaron de usar las alitas para transportarse todo cambio en este bosque. Que está hecho de gente que viene de muchas partes del planeta que por distintas razones ya no pueden vivir en su propia tierra.

Pero aún sin bicicletas hay millones de cosas que hacer afuera. Piedras por escalar, flores por recoger, bichos por espantar. Yo personalmente odio las arañas. Me hacen gritar, rascarme y saltar de formas inimaginables. Mamá B entra y sale de casa trayéndonos jugos de fruta congelados en varitas de rosa, o croquetas de papá con vinagre y sal. Barras de cocoa con queso y maíz de nube. Es la única hora del día en la que podemos comer “galguerías”. Esas cosas que sólo le gustan a la lengua y no al resto del cuerpo porque si se comen mucho se vuelven rollitos en la panza y enfermedades. No sé muy bien por qué. Si saben tan delicioso.
Mientras jugamos Mamá B se queda “estupefacta” en su silla de la colina. Esa palabra me suena a otra que no debo decir pero parece que esta no es tan mala. Nos mira como si no nos mirara y se inventa cosas dentro de su cabeza. A veces dice que le gustaría trabajar en la oficina de diseño de “El Inventor” pero me asusta. Yo sé que mi Abuelo Cheche se fue para allá el verano pasado y nunca jamás lo he vuelto a ver para que me dé besos de bigote en mis cachetes.  Sé que vive en la estrella más brillante de la noche y me protege pero no verlo me da dolor de pecho. Mamá B siente lo mismo. Desde que el Abuelo se fue ella se cortó su trenza mágica y sin trenza que le acaricie el corazón la risa no le ha vuelto mucho por su cara.

Si Mamá B se va a trabajar a esa oficina pues la dejo de ver también. Pero ella me dice que sólo siente curiosidad de saber cómo se crean nuevas flores y animales, cómo se crean todos los seres vivos, cómo se colorea el pelo de los niños. Quiere saber por qué me parezco yo a ella pero llevo adentro el espíritu guerrero de Papá. Esas cosas que le producen gozo y que trata de copiar cuando se inventa sus joyas. Yo también dibujo bonito. Escribo derecho y sin machas. Ella dice que no se va a ir a ningún lado por lo menos hasta que yo sea toda una mujer y me pueda pintar la uñas de colores solita.
Mis primeras semanas en la escuela de magia han sido divertidas. Los demás niños pueden decir mi nuevo nombre Beebusch muy fácil. Pero siento mi cuerpo muy cansado y se me ha salido el aguijón con Mamá B. Ella no tiene la culpa pero es quién más me cuida y me repite las cosas. Temo el día en que aprenda a usarlo se me ocurra picar en trocitos el papel de mis tareas, averiar las campanitas de bronce que me despiertan en la mañana y hacerle daño a mamá o a mi hermano duende. Eso hace parte de mis peores pesadillas. Que a mi hermanito duende que tanto quiero le pase algo malo sin que yo pueda ayudarlo. Ese duendecito de pelo crespo tiene hoy los cachetes quemados por haber comido cascos de naranja sin permiso y parece un payaso.

A la seis de la tarde de todos los días antes de que se oculte el sol y salgan los zancudos del Nilo debemos entrar a la casa. Subimos todos por las escaleras de caracol de nuestro pino a la torre de alcobas y mientras yo practico mi nueva magia de letras mi hermano duende toma un baño de agua lluvia. Mamá B nos toca mucho y nos da besos cada vez que pasa. Con cara de derretida dice que después del amor la belleza es lo que más cosquillas le producen en el alma. Porque “lo bello se lo inventó alguien con intención y lo disfruta otro con emoción y nostalgia”. Y esas cosas producen como aleteo de mariposas en la barriga.

Mientras estamos en la torre nuestra casa de madera hace toda clase de ruidos. Los establos de las ardillas en el tronco, los pájaros buscando su nido entre las ramas, Mamá venado recogiendo a sus bebés mellizos. Con cada ruido sólo esperamos que finalmente aparezca Papá en su gaso- transportador de guadua, más comúnmente conocido como el GTB. Porque aquí en el bosque prefieren las palabras corticas. Es un nuevo invento de papá hecho de bambú criollo – es decir, que viene de la cordillera -  y que opera con fuego y gas. A mí me da mucha risa. Nunca he preguntado de donde va a sacar los gases para tantos transportadores ni si necesitara contribuciones de toda la familia. Yo tal vez le pueda ayudar con facilidad después de comer frituras en la esquina.
Cuando Papá llega a casa nos llenamos todos de emoción. Empieza el final de otro "Buen día" en el que la vida simple de nuestra pequeña familia nos hace tan felices.

Mamá B ya casi cumple sus cuarenta y tres lunas. Dice que a partir de entonces mi nombre lo van a repetir muchas hadas y duendes además de mis amigos.
Chapter two of the “Glish”version


Any afternoon by Beebush
The fall is knocking at the door and the pine cones are hitting our heads daily. It is still hot outside and although we still don’t need to wear our socks, there are so many dry leaves on the floor that makes it impossible for my goblin bother and  my to ride our bicycles.
It is my favorite part of some days especially during spring time. Get home from magic school and play in front of our wood house while Momma B sits down on top of the hill to contemplate the forest and take care of us. I know many times she would prefer to get down into the mine to work but I also know that we are far more valuable than the jewels she makes. It is very hard for her to leave us by ourselves or lends us for a while. Even leave us under Daddy’s care.
Our cedar bicycles don’t run anymore with the pine needles spread all around the road. Mi goblin bother learned how to do the pedal motion recently and now he sure knows how the chasing thing works. I never thought that day will come. Now my Momma-made play roads have to be shared-roads like everything at home. That little bother looks so much like Daddy that it’s almost funny. I don’t know why fairies and goblins are so different. Momma B says that since fairies stop using their wings to fly life is very different in the forest. She says is it mostly made from people from all over the planet when they cannot live in the land anymore.
But even without bicycles there are many things to do outside. Stones to climbed flowers to picked, bugs to run away from. I personally hate spiders. They made me scream and scratch and jump in very weird ways. Momma B gets in an out the house bringing frozen fruit juice on rose sticks or potato crackers with salt and vinegar. Cocoa bars with cheese or cloudy corn. Junky things that will only please the tongues briefly and give us some extra energy to finish the day. Soon after that they’ll become fat rolls in the belly and sicknesses. Not fair for such a pleasure.
While we play Momma B remains still and quite on top of the hill. Just watching through like she wasn’t really watching and creating things inside her mind. Sometimes she says she would like to work in “The inventor’s” design department but that really scares me. My Grandpa Cheche went there last summer and I have not seen him since then. Never felt again his warm mustache kisses in my cheeks and I miss him. I know he lives in the brightest star in heaven and that he is protecting me but not seeing him gives me a heart ache. Momma B feels the same way. Since Grandpa left she cut down her magic braid and without that braid tickling her heart frequently we have not seen her smile as often as she did before.
So if Momma B goes to work with “The Inventor” that means I will never see her again either. But she promised me that’s just wondering about the way flowers and animals are made. Curiosity about the colors and shapes of life. She would like to know who combined my Beebusch self with her outlooks and my father’s fiery personality. Things that give her joy and that she try to re create when she makes jewelry.
I can make some nice drawings too and write straight with no mistakes like she does. I know for sure she will never leave me. At least until I become a full grown fairy bee with enough credentials to paint my finger nails by alone.

My first weeks at the magic school have been fun. My classmates can pronounce Beebusch much easier than my previous long name. But must admit I feel pretty tired and I have shown off the sting to Momma B. Oh my, I am so afraid of the day that my sting could bite and chopped my homework around or break the bronze bells that wake me up in the morning. Or even hurt Mom or my bother. That looks very much like my nightmares; seeing him hopeless in danger. My little goblin bother has his cheeks on fire this week. He ate some forbidden oranges with no permission and looks like a clown.
At six o’clock right before twilight we get into the house before the West Nile’s bugs daily attack. Up the spiral staircases we go to the bed chambers and while I practice my new lettering magic my goblin bother has a bath with rain water. Momma B passes by with hugs and kisses looking at us with that particular “in love” face she has. She says that love and beauty tickles her soul in a nice way. Because beauty is made intentionally by someone for anyone to enjoy with pleasure and nostalgia. And all those things produce butterfly tickles in your stomach.
While in the bed chamber’s tower the wood around makes all kind of noises. The squirrel stables in the trunk, the birds nesting and Momma Deer picking up her baby twins. With every single noise all we want is for our father to get home in his new Guadua-Gaso-transporter better known as the GGT. People in the forest always like the names shorter. It is a fabulous new invention from Daddy made of bamboo from the mountain range operated by fire and gas. It is kind of funny; I haven’t asked yet where all the gas he’ll need for his transporters is coming from but I am sure I can contribute a bit myself, especially after having lost of fried meets and veggies.
Having Daddy back home is the best part of the day. Marks the start of the end of another good day of our simple precious life and that makes us all happy.
Momma B will complete her forty three moons soon and as she says my name and face may become unforgettable…
 




 

Sunday, September 9, 2012

La magia del destierro * The magic of exile
Both spanish and english versions
 
Capítulo primero de la versión en "Añol"
 
 
Había una vez en un bosque encantado, una pequeña hada abeja llamada BeeBusch. Tenía el pelo largo, las piernas largas, las alitas difusas y un aguijón.
Era un hada poco común. Su mamá venía de un mundo lejano donde la vida era muy distinta y quizás en ello radicaban las complicaciones de su originalidad. La Señora B nació en un lugar de cordilleras donde las frutas eran enormes, las flores no morían en otoño, las nubes eran más oscuras y las casas de piedra.
BeeBush vivía en el tronco de árbol de pino. Su casa y sus muebles todos hechos de madera adornados con las mil cosas que significaban tanto para ella. Su cama especialmente decorada con el capullo vacío de una mariposa monarca, tenía los mismo años que tenía su mamá y era muy especial porque ya muchas hadas abejas habían dormido en ella. Una antigüedad.
El verano se estaba acabando y con el cambio de estación venían nuevas cosas. La más importante era que esta pequeña hada abeja iba a empezar a usar su nombre corto para que las demás hadas del bosque pudieran pronunciarlo. Por fin se iba a acabar la necesidad de repetir y deletrear unas palabras que de la boca de ella salían tan naturalmente pero era la costumbre en la cordillera de donde venían sus padres. Los nombres estaban hechos de cuatro palabras. Las dos primeras eran los nombres y las dos segundas los apellidos.  El primer nombre ya debía haber sido usado por otra hada de la familia, como la cama. El segundo tenía un significado mágico que sólo era revelado al nacer el hada bebé de acuerdo a su destino. El primer apellido hablaba del lugar de procedencia del padre y el segundo el lugar de procedencia de la madre. Difícil entender para ella por qué a los hombres les toca casi siempre el primer turno como con sus apellidos. Pero en fin, esa era la tradición y las tradiciones jamás se rompen.
De la mente de BeeBusch un hada abeja de seis años:
Tradición…. es  como algo que toda la familia hace sin parar para acordarse de que uno es parte de esa familia. Creo.
En este bosque mientras más cortos sean los nombres mejor. Así es que mi mamá recortó el mío de forma que aún sonara significativo. Me dejó mis dos B largas para que me acordara de hacer todo Bellamente Bien, me dejó mis dos E con antenas para que nunca se me olvidara que soy una hada abeja y lo terminó con “usch” que suena como los besos babosos que me da para que no se me olvide nunca que de amor fui hecha y que es lo más importante en la vida. Y con ese nombre me tengo que ir yo a mi primer año de esperando que ahora no me preguntes por mis alas difusas y mi aguijón secreto.
Me va a costar mucho trabajo levantarme antes de que salga el sol sin alzar la ceja. Es un gesto que no puedo evitar  - como mamá – cuando estoy a punto de ponerme histérica.  Pero la verdad tengo mucha emoción de volver a ver a mis amigas hadas, volver a hablar mi otro idioma y mostrarles que tanto me ha crecido el pelo.
Eso de hablar “Gles” en lugar de “Añol” es un poco más fácil para mi. Digo todo mucho más rápido. Pero mamá dice que la gente del bosque no puede enrollar la lengua para hablar “Añol” por no haber tomado sopa con guascas desde que eran niños. Yo ni sé. A veces yo creo saberlo todo pero ella sabe un poco más . Un día me conto que cuando era un hada chiquita mi Abuela Jojo la engañaba diciéndole que si se tomaba toda su sopa de espinacas sus ojos se pondrían verdes al amanecer y eso nunca pasó. Tal vez me engaña a mi de la misma forma con el cuento ese de las sopas para que yo le haga caso.
Mi pobre dulce madre no sólo quería sus ojos verdes sino derechos. El ojo izquierdo no le hacía caso y sólo quería mirar a su nariz. Yo me la imagino de niña con sus gafas vampiresas rosadas y me da ternura. Estuvo así por muchos años, bizca quiero decir, hasta que un brujo muy bien parecido logró conjurar un hechizo y sanarla. Me cuenta que nunca se burlaron de ella. Fue al colegio con sólo hadas niñas que a adoraron y nunca dijeron nada malo de sus ojos. Ella lo acepta con orgullo. Dice que por ello descubrió parte de su destino. Mamá B y la Abuela JoJo llenaban de color rojo todas las letras “a” y “o” del periódico dominical, y ensartaban cuentas y semillas en collares para que los ojos aprendieran enfocar al mismo. Lo hicieron tres veces a la semana por un montón de años de su infancia y fue así como: Tarrraaaan! mi Mamá la Reina B se convirtió en joyera.
La verdad yo la he vuelto a ver con esos ojos torcidos por la noche. Trabaja hasta muy tarde en un cosa secreta de la cual no nos va a contar hasta que complete cuarenta y tres lunas llenas. Algo que tiene que ver conmigo, con ella y con la magia que nos hace tan únicos, y tan distintos. Si ella aún estuviera en la cordillera no estaría tan cansada, pero tampoco me tendría a mí su tris de hada abeja.
Ya veremos. Por lo pronto yo tengo colegio mañana.
 
 
Chapter one on the "Glish" version
 

Once upon a time there was a little Fairy Bee name BeeBush. She had long hair, long legs, diffused wings and a sting.
She was an extraordinary fairy. Her mother came from a far away land were things were quite different and that is why being different was a little complicated. Mrs. B was born in a mountain range where fruits were humongous, flowers didn’t die in autumn, clouds were darker and houses were made of stone.

BeeBusch lived in inside a pine tree trunk. Her house and furniture are all made of wood with many dangle things she has collected. Her bed specially dressed with the delicate empty cocoon of a Monarch butterfly, was as old as her mother and was extra special because more than one fairy in the family have slept on it. An antique bed.
The summer was coming to an end and with the change of seasons new things were coming. The most important being that this little fairy bee was going to start using her new short name so that other fairies of the forest can pronounce it.  The awful need for repeating and spelling the words that came out of her mouth so naturally was coming to an end. But that was the way people were named in the mountain range were her parents were born. Fairies had four words in their names no matter what: two names and two last names. It was a must that the first was already used by other fairy in the close family like the wood bed. The second has a magic meaning and was revealed when babies were born according to their destiny. The first last name was the father’s provenance place and the second one, the mother’s. A bit hard for BeeBusch to understand why men many times men have to take the first turn, like with her last name. But anyhow, that was the tradition and traditions shall never be broken.

Out of the mind of BeeBush a six year old fairy bee:
Tradition is like… something that all the family does again and again to feel that they are really part of that family, I guess.
In this forest it is much better for your name to be short. Trust me. Been there, done that. So my Momma B cut my name down in a way that could be meaningful still. She left me with two “B’s” for me to remember to give my Beautiful Best, my two “E’s”  with antennas so I never forget I am a fairy bee and the “usch” at the end kind of sounding like her smooching kisses, for me to know she loves me and make love the most important thing in life. So that is the way I will go to school this year hoping they don’t start to ask about my diffused wings and my hidden sting.
It is going to be so hard to wake up before dawn without raising my left eyebrow. That is a very common gesture I can only make like Mom when I am about to lose my temper. But at the end I am excited about seeing my friends again; speak my other language and show off how much my hair has grown during the summer.
Speaking “Glish” instead of “Nish” is so much easier for me. I can say everything much faster. But Momma says the forest fairies can’t rolled their tongues around to speak “Nish” because they never had their “Guasca’s soup” when they were little.  Guasca is a magic herb only found at the mountain range.  Sometimes I think I know almost everything but my mother knows a little bit more. She once told me that Grandma Jo made her drink all her life time spinach soups as a fairy girl, telling that her eyes will become green by twilight, but it never happened. It was deception and now I am wondering if Mom is doing the same with the soup stories for me to understand.
My poor sweet Momma B wanted her eyes not only to be green but to look straight again. Her stubborn left eye remained looking to her nose all the time. Oh, I can picture her wearing her tiny vampire shaped pink classes and it tickles me. She was like that for many years. Crossed eye I mean, until a good spell from a handsome warlock make those eyes straight again. Nobody made ever fun of her; she went to school with only girls and was never bullied or anything. And she liked it that way. It was part of her destiny.  Because Mom and Grandma Jo spent hours trying to teach her left eye how to stay in place. They colored in red all the letter “a’s” and “o’s” in the entire weekend newspaper and they string beads three times a week for a gazillion childhood years: Tadaaaa! That was how my Mom became a Jeweler.
Truth to be said, I have seen those brown eyes crossed again at night. Because she has been working until very late at night in this magical secret project and we don’t know what it is until she completes forty third full moons. It is about me and about her.  It is about magic and the joy of being different. If she was still living in the mountain range she wouldn’t be so tired. But she wouldn’t have me either. Me, her little fairy bee.
We’ll see. I have school tomorrow.
 
By Beatriz De Irisarri & Buendía
PS: Please excuse my mistakes and miss-spells. I am that foreing Momma B still learning to write in "Glish". All corrections are more than wellcome.